"Una simple negociación" por Edher Juárez López

14 Oct

Revista Cosmocápsula número 14. Julio – Septiembre 2015 . Cápsulas literarias.

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Una simple negociación

Edher Juárez López


Un hombre común, sentado en medio de una habitación ordinaria, vistiendo ropa nada fuera de lo regular y con un aspecto de lo más usual.

Alexander Nubier se encontraba detrás de su escritorio, con dos carpetas sobre la mesa, aguardando que alguien llegara, pero la espera cada vez se hacía más severa. Comenzó a golpear la mesa con los dedos. Mientras daba grandes suspiros, giró la mirada hacia la gran puerta, pero no ocurría nada, seguía cerrada. No había nadie más ahí, solo él. Tomó la pluma de la mesa, la movió un poco en el aire, pero no fue suficiente, comenzó a desplazarla como si fuera una nave espacial, imaginando que escapaba de cazas de ataque, que le disparaban en los aires. La nave daba giros espectaculares mientras las aeronaves le pisaban los talones, y cuando el cielo era rojo por los fuegos de los misiles…

¿Interrumpo? —preguntó el que recién llegó.

Ante la palabra escuchada, Alexander Nubier se levantó presuroso, dejando caer su nave imaginaria al suelo. Se inclinó para recogerla, pero al observar que su invitado comenzaba a aproximarse, la dejó allí y se tornó a su posición recta para recibirlo.

Daox Haj Lordier, Basto Lord de Rundyncar, señor de rojo Trown y diplomático Gontak, Larga vida a usted y a su clan —dijo Alexander a su invitado—. Me alegro de que pudiera asistir a esta reunión.

Daox Haj Lordier, un ser nada común para la Tierra, pero sí humanoide. Se aproximó para tomar su lugar. Vino vestido con el traje ceremonial Rundyncar: la prenda de su torso era una tela de un metro de largo y el ancho variaba conforme de quien lo usaba. Esta se cruzaba por delante, dejando la parte del pecho al descubierto, no se tenía cinturón, en vez, los pantalones de los Gontaks eran muy ajustados. Daox los llevaba de color negro y botas de color café, que a su vez, estaban recubiertas en la parte delantera, de acero de Gontak; este calzado también era más abierto en la parte por donde se introduce el pie, y dicha apertura terminaba en una punta, casi alcanzando la rodilla de su usuario. Llevaba tres accesorios de un señor rojo de Trown. Los dos primeros se usaban en la cintura, al costado de ésta. Del lado derecho, una prenda de piel dura a la vista, en forma de una elipse cortada a la mitad, del lado izquierdo de Daox una tela de color carmesí, que se doblaba ante su caminar. El último accesorio lo llevaba en su muñeca derecha, una pulsera de azul intenso que pareciera moverse a voluntad, como al vaivén del mar.

En cuanto al aspecto de Daox Haj Lordier, señor rojo de Trown y habitante de Gontak en la región de Rundyncar. Su dura coraza de color negro, muy parecido a los crustáceos de La Tierra, pero en diferente tonalidad. Su rostro carecía de orejas, pero sí poseía orificios para escuchar, al igual que dos pequeños hoyos para respirar. Lo más asombroso de los Gontak, eran sin duda sus ojos. Toda la esclerótica era negra, pero no en su totalidad, pequeñas líneas de color rojo, naranja y azul salían aleatoriamente en sus ojos, desapareciendo y volviendo a salir en lugares diferentes, y el iris era siempre el mismo en todos los Gontaks, blanco en su totalidad.

Alexander Nubier, un gusto saludarlo —dijo Daox Haj Lordier que habló con formalidad terrestre.

Por favor, tome asiento y así podremos comenzar la reunión. —le dio su carpeta a Daox y Alexander comenzó a leer los papeles. —Como notará nuestros campos pueden tener cosechas de tres diferentes mundos. —Daox soltó un bufido y sin tomar en cuenta lo que Alexander decía, pasaba las hojas presurosamente. —Bueno, el comercio en sí. —otro bufido de Daox Haj Lordier, y tiró los papeles en la mesa.

No he venido a hablar de lo que nos pueden dar —comenzó a decir el Basto Lord de Rundyncar —, no vine a que soltara palabras maravillosas de La Tierra, yo sólo vine por algo, parásito.

¿Parásito? —dijo Alexander sorprendido por el insulto. Se obligó a sonreír ante el comentario—. No lo comprendo.

Claro que lo entiende, Alexander Nubier. Hemos estudiado su historia, así como ustedes la nuestra, es por eso que estamos hablando en vez de pelear. Ustedes —dijo Daox Haj Lordier y le apuntó con el dedo—, son conquistadores innatos, han conquistado ya Hundeltor, Jasnod y Lyndorcon, y ustedes saben de lo que somos capaces los Gontak, ¿cierto? —Alexander esbozó una pequeña sonrisa, agarró sus papeles y los dejó delicadamente sobre la mesa.

Es verdad que sabemos los posibles resultados de una guerra con ustedes, y es por eso, que pedimos esta reunión Daox Haj Lordier, para no tener que destruirlos por completo. — El señor rojo de Trown sonrió algo diferente, ya que no poseía los mismos músculos faciales que los humanos, más bien, pareció un ladrido que una risa.

Eso es lo que quiero, que me diga las cosas como son, no su estúpida diplomacia. —Daox introdujo su mano dentro de sus ropas, para sacar un cilindro metálico. Al verlo, Alexander se extrañó —. Tranquilo Alexander Nubier, no es nada que pueda dañarlo. —Alexander sólo se divirtió con el comentario.

Dentro del tubo, se encontraba lo que parecía un puro de La Tierra, pero envuelto en algas extrañas. —Un Drunntroak —dijo cuando levantó el puro extraterrestre para que Alexander lo observara—, algo muy parecido a sus cigarros terrestres, pero mucho más intenso. Envuelto con algas de Gontak, pero lo que lo hace maravilloso, son pequeños gusanos en su interior, orugas a decir verdad, los Troak, esté —comentó y enseñándole el Drunntroak de nuevo—, es lo más adictivo que jamás encontrará en todo el universo, lo malo, es que ya está prohibido en Gontak.

>>Verá —siguió diciendo el Basto Lord de Rundyncar mientras sacaba un pequeño cilindro de color negro de entre sus ropas —, los Troak ya están en peligro de extinción, no necesito decir el porqué, usted ya se lo imaginará, no nos malentienda, no nos preocupa quemar a un “insecto”. — Daox apretó aquel cilindro negro y una llama salió de este, un encendedor común y corriente, y así empezó a fumar su Drunntroak. —Nos preocupa dejar al mundo sin esta especie, seremos una raza guerrera, pero no una aniquiladora.

Creo entender lo que me quiere decir —dijo Alexander con su típica sonrisa.

¿Lo entiende, parásito? —Dijo Daox Haj Lordier y alzó un poco la voz —. No lo creo, yo sólo le decía de mi pasión por el Drunntroak, y quería a dar a entender la dificultad de conseguir uno, lo guardaba para una ocasión especial. —El Basto Lord de Rundyncar le dio una gran fumada a su Drunntroak—mire, bueno más bien escuche con cuidado. Concéntrese en el sonido del Drunntroak al consumirse. —Alexander giró la cabeza para escuchar mejor, y oyó el rechinido del fuego consumir las algas, pero algo más es lo que le llamó la atención, un chillido de sufrimiento—. Lo escuchó, ¿verdad? A los Troak, sufriendo al ser incinerados, chillan de dolor mientras los fumamos.

Basto Lord —dijo Alexander que trató de desviar la plática—, debemos…

¡Debemos! —gritó Daox interrumpiéndole—. No debemos hacer nada, estamos aquí para tomar decisiones, Parásito.

¡No me llame así! —Alexander chochó sus puños contra la mesa— lo…lamento…yo…no sé que me pasó.

Es un ser de agresión innata, eso es lo que le sucedió. Pero tal vez yo cometí el error ¿Cómo quiere que le llame entonces? No creo que ser humano, porque no lo es —una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Alexander y miró al señor de rojo Trown directo a los ojos. —Tal vez, ¿simbionte?

¿Creí que había dicho, que nos había estudiado? Tal vez escuché mal. —sonrió de nuevo pero esta vez hurañamente. —No somos parásitos, no somos simbiontes, somos los Wul, somos energía pura.

Pero se alimentan de seres vivos.

De seres con intelecto, algo difícil de hallar.

Han destruido ya a tres razas de seres conscientes, y ahora la humanidad está cerca de su extinción, su hambre no puede ser cesada, Alexander Nubier, no pueden detenerse, son como adictos, nada los frena.

Y aun así aquí seguimos. —alzó las manos para darle un resalte a sus palabras. —Destruimos a los Hundeltorianos, arrasamos a los Jasnodianos y borramos de la historia cualquier rastro de los Lyndorconianos, lo más obvio es que los humanos sufrieran lo mismo, somos Wul, somos luz, somos dioses, y queremos más.

Pero están desesperados, sino por qué negociar con nosotros, saben que les tomará demasiado conquistarnos.

Pero lo haríamos —el gesto de alegría de Alexander creció aún más.

¿Pero a qué costo? ¿Cuántos de ustedes estarían dispuestos a sacrificar?

Los Wul no mueren, sobrevivimos al fuego, sobrevivimos a los láseres, incluso sobrevivimos al vacío del espacio.

Pero no sobreviven sin un huésped y cada vez procrean más rápido y los humanos son consumidos a mayor velocidad, no les alcanzará.

No deseamos la extinción de los Gontaks, Daox Haj Lordier—dijo más calmado Alexander Nubier—. Deseamos una mutua y muy beneficiosa alianza.

Desean cuerpos que habitar, desean cuerpos de los Gontaks.

No todos, solo unos pocos, sabemos que nuestra hambre los llevaría a la extinción, controlaremos a nuestro pueblo, ustedes nos darán una provisión anual y con esto ustedes se llevarán inmensos beneficios: comida, medicina, tecnología, etcétera, etcétera, etcétera.

A cambio de los míos, nos darán lo que no quieren ustedes.

Lo que nosotros no necesitamos, somos energía pura, nada requerimos, solo un cuerpo que habitar, pero todos terminan por ser consumidos por nuestra magnificencia. —de nuevo Alexander alzó los brazos para exaltar su punto.

¿Y si nos negamos? —dijo Daox Haj Lordier que ya casi terminaba su Drunntroak.

Ya lo sabe —dijo con una risa pequeña Alexander Nubier—. Lo mismo que les ha pasado a todos los demás, muerte, extinción.

Daox Haj Lordier apagó lo que restaba de su Drunntroak en la mesa, miró con atención a Alexander Nubier, que se encontraba feliz, y le expresa su bufido típico.

Alexander comenzó a sentir una extraña sensación que le recorrió el cuerpo y que se intensificó en su garganta, algo extraño que nunca había experimentado con anterioridad. Una inusual quemazón que le secaba la boca con rapidez. Se tocó levemente ante el malestar, pero el ardor iba en aumento, se quitó la corbata y desabotonó la camisa, pero la sensación no se detuvo.

¿Le sucede algo? —dijo Daox Haj Lordier que miró con paciencia la desesperación de Alexander. Sujetó los papeles que le fueron entregados, los levantó para que los mirara Alexander y los quemó con su encendedor. —Creo que es hora de hablar en serio —el Basto Lord de Rundyncar se levantó.

¿Qué está…? —comenzaba a decir Alexander, pero ya no pudo hablar, se intentó poner de pie, pero el mareo lo tumbó de nuevo en su silla.

Los Wul —comenzó a decir Daox. Se encontraba ya cerca a Alexander. Se sentó en el escritorio mientras seguía observando al Wul convulsionándose de dolor—, seres de energía, algo difícil de matar, lo admito, y mire que yo he matado varias cosas.

>>Los Gontak no tenemos…diplomáticos, al menos no como ustedes, sólo tenemos consejeros de guerra, somos raza de guerreros, guerra es lo que hacemos y se sorprendería lo mucho que puede hacer una raza de soldados con el pasar de los milenios y millones de guerras y las variables que hemos diseñado para matar.

Us…ted —dijo Alexander trabajosamente y con dolor en su rostro.

Yo, nosotros Gontaks. —extrajo de nuevo su encendedor negro de entre su ropa. — ¿Gracioso, no lo cree? Como cada raza crea aparatos muy similares, incluso algunas veces se les da el mismo nombre. —le mostró aquel mechero a Alexander. —, pero este no es el caso. ¿Sabe cómo le llamamos a esto? —Dijo cuando le mostró el encendedor—. No se moleste en contestar, le llamamos Xont’do. En el idioma común seria “consumidor”, y fue creado específicamente para el Drunntroak, para consumir las vidas de los Troak. ¿Gracioso, no lo cree? —Daox Haj Lordier acercó su boca al oído de Alexander, casi rozándolo y djio: —Mi consumidor lo consume, Alexander Nubier, maquinas microscópicas salieron de este al momento de encenderlo, navegaron por el aire y se introdujeron en el cuerpo humano que habita, diminutas maquinarias que fueron creadas con un propósito, consumir energía, y no cualquier energía, la energía de los dioses, la energía de los Wul y creo que si pongo atención, puedo oír el chillido de su verdadero ser desvanecerse.

Daox se levantó para mirar desde arriba a su enemigo. —Ahora usted está experimentando algo nuevo para los Wul, el dolor, después de eso usted morirá. Le dije que el Drunntroak era para un momento especial. Tome —dijo Daox que dejó el consumidor sobre la mesa—, se lo obsequio. Me despido Alexander Nubier, que mueras con honor, parásito.

Daox Haj Lordier, Basto Lord de Rundyncar, señor de rojo Trown y parte del supremo consejo de guerra de Gontak, se alejó lentamente de ahí, mientras Alexander convulsionaba del dolor jamás experimentado, y el humano que habitaba se puso morado. Pero antes de que saliera por la puerta Daox se giró y habló una última vez; —Por si no quedó claro, declaramos la guerra al imperio Wul y a todas sus colonias, activas o inactivas, y no se preocupe en decirles a sus líderes, nosotros veremos que sean notificadas.

Daox se marchó, mientras Alexander convulsionó, hasta que el dolor se apagó. Alexander Nubier quedó tendido boca arriba y de entre su boca abierta una extraña bruma oscura se desprendió de su cuerpo, para extinguirse en la nada del aire y morir.


Edher Juárez López, nacido en México un 11 de diciembre de 1989. Ingeniero Mecánico Industrial, que siempre tuvo una imaginación voraz. Habilidad que le costó desafíos al momento de poner atención. Ahora siendo escritor de medio tiempo y siempre entusiasta del género de la ciencia ficción, la fantasía y el terror. Se debe agregar que aún no se ha publicado nada de su trabajo, pero esto sólo amplía su convicción de seguir escribiendo, acerca de aquellos mundos que vislumbra en su imaginación. “Mi mente siempre divaga por mundos mas allá de mi realidad”


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2 respuestas to “"Una simple negociación" por Edher Juárez López”

  1. Jorge Jaramillo Villarruel 15 marzo, 2016 a 0:15 #

    Aunque a veces el diálogo no es muy natural, sino que se siente algo forzado, el cuento es bastante bueno. ¡Felicitaciones!

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